Propiedades nutritivas de la Sardina

La sardina, al igual que la práctica totalidad de los pescados azules, muestra un alto contenido graso, casi 10 g de grasa cada 100 g de porción comestible, no obstante es una buena fuente de ácidos grasos omega-3 por lo que actúa en la reducción de los niveles de colesterol y triglicéridos en la sangre, haciéndola más fluida y reduciendo el riesgo de padecer arteriosclerosis o trombosis. Debido a esto los expertos en nutrición recomiendan consumirlas a las personas que padecen enfermedades cardiovasculares.

Las vitaminas que destacan en la composición de las sardinas pertenecen a los grupos B, A, D y E. La primera favorece el aprovechamiento de los nutrientes energéticos e interviene en procesos tan importantes para el organismo como la síntesis de material genético, la producción de hormonas sexuales o la formación de glóbulos rojos. Las restantes vitaminas son denominadas liposolubles y contribuyen a la regular formación de mucosas y tejidos del cuerpo, mejorando la resistencia del ser humano a las infecciones y ayudando al mantenimiento de ciertos sistemas vitales como el nervioso. También aportan beneficios al crecimiento de los huesos, la creación de enzimas en el hígado, favorecen la absorción de calcio y regulan su nivel en la sangre.

Los minerales más significativos en la composición de las sardinas son el fósforo, magnesio, potasio, zinc, yodo y hierro. A través de ellos el organismo refuerza los procesos para obtener energía, mejora el funcionamiento de ciertos sistemas como el nervioso o muscular y mejora su inmunidad. El hierro en particular posee propiedades que previenen algunos tipos de anemia como la ferropénica.

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